Questões de Concurso Comentadas sobre espanhol para instituto rio branco

Foram encontradas 207 questões

Resolva questões gratuitamente!

Junte-se a mais de 4 milhões de concurseiros!

Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209778 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Suni vivía en armonía con sus homólogas.
Alternativas
Ano: 2015 Banca: CESPE / CEBRASPE Órgão: Instituto Rio Branco
Q1209729 Espanhol
Texto III 
1. Rosendo Maqui y la comunidad 1 ¡Desgracia! Una culebra ágil y oscura cruzó el camino, dejando en el fino polvo removido por los viandantes la canaleta leve de 4 su huella. Pasó muy rápidamente, como una negra flecha disparada por la fatalidad, sin dar tiempo para que el indio Rosendo Maqui empleara su machete. Cuando la hoja de acero 7 fulguró en el aire, ya el largo y bruñido cuerpo de la serpiente ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. ¡Desgracia! 10 Rosendo guardó el machete en la vaina de cuero sujeta a un delgado cincho que negreaba sobre la coloreada faja de lana y se quedó, de pronto, sin saber qué hacer. Quiso 13 al fin proseguir su camino, pero los pies le pesaban. Se había asustado, pues. Entonces se fijó en que los arbustos formaban un matorral donde bien podía estar la culebra. Era necesario 16 terminar con la alimaña y su siniestra agorería. Es la forma de conjurar el presunto daño en los casos de la sierpe y el búho. Después de quitarse el poncho para maniobrar con más 19 desenvoltura en medio de las ramas, y las ojotas para no hacer bulla, dio un táctico rodeo y penetró blandamente, machete en mano, entre los arbustos. Si alguno de los comuneros lo 22 hubiera visto en esa hora, en mangas de camisa y husmeando con un aire de can inquieto, quizá habría dicho: «¿Qué hace ahí el anciano alcalde? No será que le falta el buen sentido». Los 25 arbustos eran úñicos de tallos retorcidos y hojas lustrosas, rodeando las cuales se arracimaban —había llegado el tiempo— unas moras lilas. A Rosendo Maqui le placían, pero 28 esa vez no intentó probarlas siquiera. Sus ojos de animal en acecho, brillantes de fiereza y deseo, recorrían todos los vericuetos alumbrando las secretas zonas en donde la hormiga 31 cercena y transporta su brizna, el moscardón ronronea su amor, germina la semilla que cayó en el fruto rendido de madurez o del vientre de un pájaro, y el gorgojo labra inacabablemente su 34 perfecto túnel. Nada había fuera de esa existencia escondida. De súbito, un gorrión echó a volar y Rosendo vio el nido, acomodado de un horcón, donde dos polluelos mostraban sus 37 picos triangulares y su desnudez friolenta. El reptil debía estar por allí, rondando en torno a esas inermes vidas. El gorrión fugitivo volvió con su pareja y ambos piaban saltando de rama 40 en rama, lo más cerca del nido que les permitía su miedo al hombre. Éste hurgó con renovado celo, pero, en definitiva, no pudo encontrar a la aviesa serpiente. Salió del matorral y 43 después de guardarse de nuevo el machete, se colocó las prendas momentáneamente abandonadas —los vivos colores del poncho solían, otras veces, ponerlo contento— y continuó 46 la marcha. ¡Desgracia!  Tenía la boca seca, las sienes ardientes y se sentía 49 cansado. Esa búsqueda no era tarea de fatigar y considerándolo tuvo miedo. Su corazón era el pesado, acaso. Él presentía, sabía y estaba agobiado de angustia. Encontró a poco un 52 muriente arroyo que arrastraba una diáfana agüita silenciosa y, ahuecando la falda de su sombrero de junco, recogió la suficiente para hartarse a largos tragos. El frescor lo reanimó 55 y reanudó su viaje con alivianado paso. Bien mirado —se decía—, la culebra oteó desde un punto elevado de la ladera el nido de gorriones y entonces bajó con la intención de 58 comérselos. Dio la casualidad de que él pasara por el camino en el momento en que ella lo cruzaba. Nada más. O quizá, previendo el encuentro, la muy ladina dijo: «Aprovecharé para 61 asustar a ese cristiano». Pero es verdad también que la condición del hombre es esperanzarse. Acaso únicamente la culebra sentenció: «Ahí va un cristiano desprevenido que no 64 quiere ver la desgracia próxima y voy a anunciársela». Seguramente era esto lo cierto, ya que no la pudo encontrar. La fatalidad es incontrastable.  67 ¡Desgracia! ¡Desgracia! Rosendo Maqui volvía de las alturas, a donde fue con el objeto de buscar algunas yerbas que la curandera había 70 recetado a su vieja mujer. En realidad, subió también porque le gustaba probar la gozosa fuerza de sus músculos en la lucha con las escarpadas cumbres y luego, al dominarlas, llenarse los 73 ojos de horizontes. Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes. Gozaba viendo el nevado Urpillau, canoso y sabio como un antiguo amauta; el arisco y violento 76 Huarca, guerrero en perenne lucha con la niebla y el viento; el aristado Huilloc, en el cual un indio dormía eternamente de cara al cielo; el agazapado Puma, justamente dispuesto como 79 un león americano en trance de dar el salto; el rechoncho Suni, de hábitos pacíficos y un poco a disgusto entre sus vecinos; el eglógico Mamay, que prefería prodigarse en faldas coloreadas 82 de múltiples sembríos y apenas hacía asomar una arista de piedra para atisbar las lejanías; éste y ése y aquél y esotro… El indio Rosendo los animaba de todas las formas e intenciones 85 imaginables y se dejaba estar mucho tiempo mirándolos. En el fondo de sí mismo, creía que los Andes conocían el emocionante secreto de la vida.
Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno.
A partir del fragmento expuesto, la cumbre
Urpillau nos trae a la memoria a un erudito canoso.
Alternativas
Q752898 Espanhol

Texto para la cuestione.


Guanajuato, «más cervantina que Castilla»

  A más de 9.000 kilómetros de distancia de aquellos molinos que retrató Cervantes en El Quijote, en la otra orilla de ese Océano Atlántico que el escritor nunca pudo cruzar, hay una ciudad que lleva sesenta y cuatro años rindiéndole tributo. Guanajuato, la capital cervantina de América tal como la calificó la UNESCO, comenzó hace seis décadas a transformarse de la mano de los Entremeses, «hasta convertirse en un lugar más cervantino que la propia Castilla», resalta el historiador teatral mexicano Edgar Ceballos. Una obra que aún sigue representándose en sus calles y que impulsó la creación del Festival Cervantino, uno de los eventos interartísticos más destacados de América Latina.

  La hermandad entre la ciudad y el escritor vivirá una auténtica eclosión el próximo mes de octubre cuando el Festival dedique su 44.a edición a este genio de las letras. Una relación que comenzó gracias a Enrique Ruelas (1913-1987), un catedrático y director de teatro que en 1952 trasladó a Guanajuato los Entremeses sin imaginar la trascendencia que la obra tendría para esta ciudad minera del centro de México. La acercó al pueblo al representarla en la vía pública e involucrar en ella a un gran número de guanajuatenses de las más diversas clases sociales. Aquella función marcó así un punto de inflexión en el vínculo que esta urbe mantenía con los escenarios y, de hecho, sesenta y cuatro años después, sigue programándose y atrayendo a un gran número de visitantes

  «A Ruelas se le ocurrió enlazar varios entremeses y añadirle un prólogo y un epílogo. Seleccionó una plazuela e invitó a todos los habitantes a vestirse al estilo del siglo XVI. El día del estreno fue impresionante. Resultó algo inédito. Se apagaron las luces y empezaron a deambular medio centenar de personas con trajes propios de esa época», comenta Ceballos, autor de una biografía sobre Ruelas.

  Políticos, jueces, diputados,… Hasta el propio rector de la Universidad de Guanajuato participó en los Entremeses interpretando a Don Quijote de La Mancha. Pero no solo la élite universitaria y política de la ciudad se unió al evento. También carniceros, obreros o albañiles tuvieron su papel en estas representaciones que supusieron el despertar turístico de la ciudad. Una obra que impulsó la economía, fue un instrumento de cohesión social y convirtió a Guanajuato en una urbe cervantina.

  Fundador de la escuela de teatro en la Nacional Preparatoria y del Teatro Universitario de Guanajuato, Ruelas no solo trasladó a la calle los Entremeses. Un caballero de Olmedo de Lope de Vega o Yerma de García Lorca fueron otras de las obras que este director representó en espacios naturales. Consiguió acercar así el teatro a la gente y en concreto la obra de Cervantes hasta lograr que Guanajuato se convirtiera en un destino cultural de México. Una labor en la que también tuvo un papel determinante Eulalio Ferrer, un exiliado español que se refugió en México y trajo a esta ciudad su colección sobre el escritor. Fundó el Museo Iconográfico del Quijote y creó el Coloquio Cervantino, un encuentro de escritores y expertos de la obra de Cervantes que aún hoy se sigue celebrando.

  «Hay dos figuras que convierten a Guanajuato en una ciudad cervantina. Una es Enrique Ruelas y la otra es Eulalio Ferrer. La combinación de ambos hace que el escritor esté tan vivo en esta ciudad, cuya fisonomía es tan cercana a una ciudad del Quijote en particular y de Cervantes en general», ha asegurado el director del Cervantino, Jorge Volpi.

  Los coloquios y los entremeses cervantinos que ambos trajeron a esta ciudad serán parte de los actos del festival que esta edición está dedicada al autor de El Quijote. Regresa así este certamen a sus orígenes y recuerda al escritor que impulsó su nacimiento. El Cervantino se jacta este año de celebrar el mayor de los homenajes del planeta a este autor y, de hecho, como aseguró el propio Volpi en la presentación del programa, aspira a convertir a Guanajuato en la capital cervantina del mundo durante el mes de octubre.

El País, julio/2016 (con adaptaciones).

En la primera escenificación de Entremeses,

los actores representaron la obra dentro del teatro de la ciudad.

Alternativas
Q752897 Espanhol

Texto para la cuestione.


Guanajuato, «más cervantina que Castilla»

  A más de 9.000 kilómetros de distancia de aquellos molinos que retrató Cervantes en El Quijote, en la otra orilla de ese Océano Atlántico que el escritor nunca pudo cruzar, hay una ciudad que lleva sesenta y cuatro años rindiéndole tributo. Guanajuato, la capital cervantina de América tal como la calificó la UNESCO, comenzó hace seis décadas a transformarse de la mano de los Entremeses, «hasta convertirse en un lugar más cervantino que la propia Castilla», resalta el historiador teatral mexicano Edgar Ceballos. Una obra que aún sigue representándose en sus calles y que impulsó la creación del Festival Cervantino, uno de los eventos interartísticos más destacados de América Latina.

  La hermandad entre la ciudad y el escritor vivirá una auténtica eclosión el próximo mes de octubre cuando el Festival dedique su 44.a edición a este genio de las letras. Una relación que comenzó gracias a Enrique Ruelas (1913-1987), un catedrático y director de teatro que en 1952 trasladó a Guanajuato los Entremeses sin imaginar la trascendencia que la obra tendría para esta ciudad minera del centro de México. La acercó al pueblo al representarla en la vía pública e involucrar en ella a un gran número de guanajuatenses de las más diversas clases sociales. Aquella función marcó así un punto de inflexión en el vínculo que esta urbe mantenía con los escenarios y, de hecho, sesenta y cuatro años después, sigue programándose y atrayendo a un gran número de visitantes

  «A Ruelas se le ocurrió enlazar varios entremeses y añadirle un prólogo y un epílogo. Seleccionó una plazuela e invitó a todos los habitantes a vestirse al estilo del siglo XVI. El día del estreno fue impresionante. Resultó algo inédito. Se apagaron las luces y empezaron a deambular medio centenar de personas con trajes propios de esa época», comenta Ceballos, autor de una biografía sobre Ruelas.

  Políticos, jueces, diputados,… Hasta el propio rector de la Universidad de Guanajuato participó en los Entremeses interpretando a Don Quijote de La Mancha. Pero no solo la élite universitaria y política de la ciudad se unió al evento. También carniceros, obreros o albañiles tuvieron su papel en estas representaciones que supusieron el despertar turístico de la ciudad. Una obra que impulsó la economía, fue un instrumento de cohesión social y convirtió a Guanajuato en una urbe cervantina.

  Fundador de la escuela de teatro en la Nacional Preparatoria y del Teatro Universitario de Guanajuato, Ruelas no solo trasladó a la calle los Entremeses. Un caballero de Olmedo de Lope de Vega o Yerma de García Lorca fueron otras de las obras que este director representó en espacios naturales. Consiguió acercar así el teatro a la gente y en concreto la obra de Cervantes hasta lograr que Guanajuato se convirtiera en un destino cultural de México. Una labor en la que también tuvo un papel determinante Eulalio Ferrer, un exiliado español que se refugió en México y trajo a esta ciudad su colección sobre el escritor. Fundó el Museo Iconográfico del Quijote y creó el Coloquio Cervantino, un encuentro de escritores y expertos de la obra de Cervantes que aún hoy se sigue celebrando.

  «Hay dos figuras que convierten a Guanajuato en una ciudad cervantina. Una es Enrique Ruelas y la otra es Eulalio Ferrer. La combinación de ambos hace que el escritor esté tan vivo en esta ciudad, cuya fisonomía es tan cercana a una ciudad del Quijote en particular y de Cervantes en general», ha asegurado el director del Cervantino, Jorge Volpi.

  Los coloquios y los entremeses cervantinos que ambos trajeron a esta ciudad serán parte de los actos del festival que esta edición está dedicada al autor de El Quijote. Regresa así este certamen a sus orígenes y recuerda al escritor que impulsó su nacimiento. El Cervantino se jacta este año de celebrar el mayor de los homenajes del planeta a este autor y, de hecho, como aseguró el propio Volpi en la presentación del programa, aspira a convertir a Guanajuato en la capital cervantina del mundo durante el mes de octubre.

El País, julio/2016 (con adaptaciones).

En la primera escenificación de Entremeses,

cincuenta personas salieron a las calles con ropas del siglo XVI.

Alternativas
Q752896 Espanhol

Texto para la cuestione.


Guanajuato, «más cervantina que Castilla»

  A más de 9.000 kilómetros de distancia de aquellos molinos que retrató Cervantes en El Quijote, en la otra orilla de ese Océano Atlántico que el escritor nunca pudo cruzar, hay una ciudad que lleva sesenta y cuatro años rindiéndole tributo. Guanajuato, la capital cervantina de América tal como la calificó la UNESCO, comenzó hace seis décadas a transformarse de la mano de los Entremeses, «hasta convertirse en un lugar más cervantino que la propia Castilla», resalta el historiador teatral mexicano Edgar Ceballos. Una obra que aún sigue representándose en sus calles y que impulsó la creación del Festival Cervantino, uno de los eventos interartísticos más destacados de América Latina.

  La hermandad entre la ciudad y el escritor vivirá una auténtica eclosión el próximo mes de octubre cuando el Festival dedique su 44.a edición a este genio de las letras. Una relación que comenzó gracias a Enrique Ruelas (1913-1987), un catedrático y director de teatro que en 1952 trasladó a Guanajuato los Entremeses sin imaginar la trascendencia que la obra tendría para esta ciudad minera del centro de México. La acercó al pueblo al representarla en la vía pública e involucrar en ella a un gran número de guanajuatenses de las más diversas clases sociales. Aquella función marcó así un punto de inflexión en el vínculo que esta urbe mantenía con los escenarios y, de hecho, sesenta y cuatro años después, sigue programándose y atrayendo a un gran número de visitantes

  «A Ruelas se le ocurrió enlazar varios entremeses y añadirle un prólogo y un epílogo. Seleccionó una plazuela e invitó a todos los habitantes a vestirse al estilo del siglo XVI. El día del estreno fue impresionante. Resultó algo inédito. Se apagaron las luces y empezaron a deambular medio centenar de personas con trajes propios de esa época», comenta Ceballos, autor de una biografía sobre Ruelas.

  Políticos, jueces, diputados,… Hasta el propio rector de la Universidad de Guanajuato participó en los Entremeses interpretando a Don Quijote de La Mancha. Pero no solo la élite universitaria y política de la ciudad se unió al evento. También carniceros, obreros o albañiles tuvieron su papel en estas representaciones que supusieron el despertar turístico de la ciudad. Una obra que impulsó la economía, fue un instrumento de cohesión social y convirtió a Guanajuato en una urbe cervantina.

  Fundador de la escuela de teatro en la Nacional Preparatoria y del Teatro Universitario de Guanajuato, Ruelas no solo trasladó a la calle los Entremeses. Un caballero de Olmedo de Lope de Vega o Yerma de García Lorca fueron otras de las obras que este director representó en espacios naturales. Consiguió acercar así el teatro a la gente y en concreto la obra de Cervantes hasta lograr que Guanajuato se convirtiera en un destino cultural de México. Una labor en la que también tuvo un papel determinante Eulalio Ferrer, un exiliado español que se refugió en México y trajo a esta ciudad su colección sobre el escritor. Fundó el Museo Iconográfico del Quijote y creó el Coloquio Cervantino, un encuentro de escritores y expertos de la obra de Cervantes que aún hoy se sigue celebrando.

  «Hay dos figuras que convierten a Guanajuato en una ciudad cervantina. Una es Enrique Ruelas y la otra es Eulalio Ferrer. La combinación de ambos hace que el escritor esté tan vivo en esta ciudad, cuya fisonomía es tan cercana a una ciudad del Quijote en particular y de Cervantes en general», ha asegurado el director del Cervantino, Jorge Volpi.

  Los coloquios y los entremeses cervantinos que ambos trajeron a esta ciudad serán parte de los actos del festival que esta edición está dedicada al autor de El Quijote. Regresa así este certamen a sus orígenes y recuerda al escritor que impulsó su nacimiento. El Cervantino se jacta este año de celebrar el mayor de los homenajes del planeta a este autor y, de hecho, como aseguró el propio Volpi en la presentación del programa, aspira a convertir a Guanajuato en la capital cervantina del mundo durante el mes de octubre.

El País, julio/2016 (con adaptaciones).

En la primera escenificación de Entremeses,

se vivió un gran aburrimiento.

Alternativas
Respostas
11: E
12: C
13: E
14: C
15: E